¿Alguna vez te has sentido incómodo de hacer una pregunta? No estás solo. El acto de preguntar es frecuentemente asociado con algo negativo o motivo de vergüenza, debido a que creemos que la gente nos va a percibir como menos inteligentes, distraídos o simplemente incompetentes.

hacer preguntas

La realidad es que las personas exitosas no tienen miedo de hacer preguntas. De hecho, una simple pregunta puede hacer la diferencia cuando se trata de lograr el éxito o fracasar. Lejos de que nos importen las apariencias o cómo nos percibe la gente (que de hecho, al hacer preguntas estás demostrando un interés genuino por el tema que se está discutiendo, lo cual te podría hacer ver más inteligente), cuando se trata de temas importantes y con los cuales no estamos familiarizados es incluso aún más valioso todavía pedir más información al respecto.

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Es imposible que todos seamos expertos en todos los temas, por ello debemos reconocer que el preguntar no es motivo de incomodidad, sino más bien una señal de que nos interesa ampliar nuestros conocimientos o simplemente tener una conversación mucho más profunda con la persona del otro lado.

Un punto clave es utilizar las preguntas para aprender, no para juzgar. ¿Te estás preguntando cuál es la diferencia? Muy sencillo, las preguntas que inspiran el aprendizaje tienen como característica que son creativas, de mente abierta e incluyen una dosis de curiosidad. Este tipo de preguntas ayuda a encontrar explicaciones, soluciones y hacer descubrimientos. Ejemplos de preguntas que promueven el aprendizaje podrían ser:

  • ¿Cómo puedo ayudarte?
  • ¿Cuáles son mis metas para el año?
  • ¿Qué puedo aprender?

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Por otro lado, las preguntas que tienen un tinte más cercano a juzgar pueden ser negativas, críticas y de mente cerrada. En lugar de enfocarse en la solución, se enfocan en el problema y en los culpables. Este tipo de preguntas puede generar que la gente se ponga a la defensiva, se ofenda y se bloquee. Ejemplos de preguntas para juzgar:

  • ¿Por qué la otra persona es tan irresponsable?
  • ¿De quién es la culpa?
  • ¿Por qué estamos fracasando?
  • ¿Quién está llegando tarde?

Enfocarse en preguntas para juzgar, en lugar de ayudarnos a progresar, hará que nos sintamos atrapados. Es natural que sintamos la necesidad de hacer ambos tipos de preguntas, pero lo importante es que encontremos un balance y, sobre todo, que nos enfoquemos en las preguntas que de verdad nos harán avanzar.

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Hacer preguntas no sólo fortalece la interacción entre la gente, sino que te permite mantenerte enfocado, aportar algo a la conversación y, sobre todo, aprender cosas nuevas. Te recomendamos que, si aún no lo haces, intentes crearte el hábito tanto en tu vida personal como profesional. Por ejemplo,  en el trabajo podrías optar por preguntar después de una junta para asegurarte que entendiste todos los detalles, o por el contrario, si eres tú el que dirige la junta, puedes terminar con una pregunta para asegurarte de que los asistentes captaron todas las ideas y evitar malentendidos.

Las preguntas son una herramienta muy valiosa e impulsan el diálogo. No tengas miedo a preguntar, te vas a sorprender con las respuestas positivas que puedes obtener.


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