Aproximadamente hace 1624 ayeres me consideraba un Ronin del reclutamiento.

De voz en voz llegó a mi una recomendación para colaborar con una empresa que recién se trataba de posicionar en México. Siendo esta mi primera experiencia trabajando con una compañía de Producto, ignoraba que usualmente en este tipo de ambiente se empieza con una dificultad algo alta. En teoría yo hablaba inglés, lo cual me dio una relativa sensación de seguridad por lo que me animé a tomar la primera entrevista de introducción con quien más adelante sería mi manager y una de las personas con las que más agradecido estaré en mi vida.

Para mi sorpresa, a pesar de las dificultades para entender las palabras que salían de su boca y los movimientos erráticos de mi lengua, me quedé con el trabajo, PERO colaborando aún como freelance, que la verdad, no me molestaba y hasta confieso me sentí aliviado, ya que la idea de ser parte del mundo godín iba en contra de mis principios… ¡JA!

Un par de meses después tuve mis primeros ingresos, el dinero empezó a fluir de manera excitante, los reconocimientos por parte de la compañía y aquellos developers que confiaron en mí empezaron a azotarse en mi como deliciosas bofetadas de felicidad.

Sin embargo, esta felicidad se veía algo empañada debido a los estándares que me había impuesto con relación a mis trabajos anteriores: el flujo y volumen de candidatos ideales se redujo muchísimo, el número de ingresos no era ni tantito comparado a otras experiencias, no había números que cumplir, no había medio mundo a quien reportar. Nadie más que yo mismo presionándome por resultados y aún así todos parecían felices y contentos.

Un Meetup en Cancún auspiciado y patrocinado por la compañía estaba próximo a realizarse, la insistente invitación por parte de mi aun-no-manager así como mi hiring panel con el que colaboraba era tremenda, a un grado en que empezaba a sentirme agobiado.

  • ¿Y si no les caigo bien? 
  • ¿Si hago el ridículo tratando de platicar?
  • ¿Si entro en confianza y termino embrutecido a un lado de la alberca?

Estos y varios pensamientos más sabotearon mi primera oportunidad de conocer a aquellos que me ayudaban a tener éxito y querían celebrarlo conmigo.

Seguía trayendo talento a la compañia, talento que en mi ignorancia estaba aportando un enorme valor siendo esta la razón  “aparentemente obvia” por la cual me costaba tanto encontrarlos y hago énfasis en “aparentemente obvia” porque para mi percepción no estaba haciendo lo suficiente a pesar de que los feedbacks positivos insinuaban totalmente lo contrario.

Afortunadamente un viaje de negocios trajo a mi aun-no-manager a Guadalajara por lo que finalmente tuve el gusto de conocerlo así como al resto del equipo. La verdad no estuvo nada mal.

Ya en la tranquilidad de mi hogar, volvió el recuerdo de aquella invitación a Cancún acompañado de un gran arrepentimiento. Como dato, durante esa misma semana fui invitado a trabajar formalmente con ellos, oferta que decliné por mi idea del godinaje.

El viaje a Londres

Pasó el tiempo y en un día que fluía como cualquier otro mi aun-no-manager me lanzó un ultimátum que me caló por completo, ultimátum que quizá para otros pudo sonar una increíble invitación pero para mi detonó un pánico muy particular… sensación muy similar a cuando no encuentras tu bolso o cartera por ningún lugar.

“O vienes a Londres o terminamos la relación, el equipo quiere y debe conocerte”.

El viaje de 15 días estaba planeado para realizarse en 1 mes a partir de aquella amenaza y obviamente mi cerebro empezó a divagar.

  • ¿Para qué quieren conocerme? Tienen más y mejores reclutadores.
  • ¿Me van a pagar un viaje solo para conocerme?
  • ¿Y mis gatos?.. Son 15 días y me van a odiar.
  • ¿Si vuelvo y ya se escaparon?.. No lo creo, comen mejor que yo y está más acogedor aquí dentro.

Mil y un ridículos pretextos pasaron por mi mente tratando de sabotearme una vez más, incluso motivado por la desesperación, la idea de dejar ir este empleo que tanto bien y tan feliz me había hecho era en definitiva la mejor alternativa para evitar lo que parecía una muy latente y posible humillación.

Me vi arrinconado, buscando como escapar de este compromiso. Para muchos la planeación es una etapa genial de organizar un viaje pero para mi no. Fue un mes muy largo, angustiante, frustrante y deprimente.

Honestamente, no soy de esas personas que platican sobre el ruido en la mente y nudos en el corazón más que con mi dama, quien hizo a bien una campaña incesante y enérgica en romper esta tradición mediante un ejercicio, ejercicio que fue altamente efectivo al afrontar la realidad: irás a Londres, Fausto.

Ella, con toda su experiencia en psicología y en este bello rubro profesional mencionó un trastorno que, por más increíble que me pareciera, por fin le daba un nombre y forma a este molesto monstruito que como salido de película de terror me ha agobiado a lo largo de todo este tiempo: el Impostor; el síndrome.

Su ejercicio aunque sencillo pero inquebrantable consistió en resaltar cualidades y logros.

A lo largo de 30 días su terapia se basó en matizar mis inseguridades y pensamientos fatalistas con hechos y evidencia de resultados, feedbacks y cumplidos. Ustedes queridos y anónimos lectores podrán pensar: “¡Lo único que quieres es que te elogien Fausto!”, pero la verdad es que para personas como nosotros es casi imposible recibir y creernos los elogios, estos se lo atribuimos a la buena suerte o estar en el tiempo y lugar correcto… lo que sea menos a nuestros talentos.

Llegó el día del viaje

Llegó el día X, dos maletas llenas, una con mis cosas y otra con puro pánico. Regresé al menos 3 veces a revisar que todo estuviera en orden: puertas y ventanas bien cerradas por mis gatitos, suficiente croqueta, agua, pasaporte, cartera, tarjetas, celular… quién sabe, quizá y con un poco de suerte me rompía un hueso de último momento.

Si no mal recuerdo, 12 horas después estaba tomando el metro hasta London Road donde me esperaba mi Airbnb, el cual, se encontraba en un barrio que no fue sino hasta la mañana siguiente que pude apreciar ya que llegamos de noche y mis ojos no dan para más gracias a su ceguera.

Las casas, sus cercas, sus calles, sus tiendas, su triste clima en contraste con sus colores… incluso los botes de basura tan peculiares me tenían encantado.

Como buen turista estaba deslumbrado con todo lo que cruzaba por mis miopes y astigmáticos ojos, por lo que por fin empecé a disfrutar el momento poco a poco.

Llegué a la oficina la cual se encontraba a tan solo 10 minutos del centro de Londres. No fue hasta ese momento que mi GPS cerebral finalmente se ubicó, rastreó en dónde estaba y empecé a sentirme realmente afortunado por lo que mi impostor una vez más intentó sabotearme.

  • ¿Cuánta gente habrá, tengo que saludarlos a todos?
  • ¿Serán amables aún si no les agrado?
  • ¿Vendré bien vestido?
  • ¿Si mi lengua empieza a hacer cosas extrañas ? Todos hablan inglés como el señor manda menos yo.
  • ¿Si resulta que no soy tan bueno como creen?
  • A la mayoría no se les abraza ni se les saluda de beso… ¡ASÍ NO SE PUEDE!

A pesar de toda la expectativa y los posibles escenarios cuasi apocalípticos alucinados en mi cerebro, nada, pero nada fue como lo imaginé.

ViajeEl recibimiento fue cálido, mi aun-no-manager se veía realmente feliz de tenerme ahí, me presentó con el equipo con una particular sonrisa y emoción ya que era la primera vez desde el nacimiento de su compañía que el equipo de TA estaba juntito y revuelto en un mismo lugar.

Para mi gran sorpresa, aquellos de los que no tenía ni idea de su existencia sabían mi nombre ya que era el único que había logrado lo que parecía imposible en ese entonces: armar un equipo de Desarrollo en México. Me enteré después que varios habían pasado antes de mi, siendo el único constante, sin frustrarse y finalmente rendirse.

El reconocimiento y felicitaciones de los demás equipos y sus líderes siguieron durante el día… estaban genuinamente encantados con los chicos que había llevado a la compañía.

Mi lengua se aflojó después de varios días por lo que sentí que estaba viviendo el sueño. Mientras departía con gente increíblemente talentosa y amable mi aún-no-manager me llamó a un cuartito especial para 1:1, se veía serio… mucho. Para no perder la hermosa costumbre mi mente empezó a recordar ese par de noches en los pubs donde me embriagué y seguro me dejé llevar, por lo que entré en pánico y quizá también motivado por la cruda mi impostor intento atacarme.

  • ¿Se habrán quejado de mí?
  • ¿Dije algo malo, me pasé de listo?
  • ¿Tendré mal aliento?

Una vez dentro, mi aun-no-manager empezó con una serie de inesperados cumplidos y señalando los logros que había obtenido a lo largo de nuestra relación.

Empezó a mencionar cosas que para mí no eran tan relevantes, sin embargo, para él y la compañía eran cualidades que apreciaban y buscaban para su equipo de TA.

Sacó una hoja en la cual de reojo pude ver que no tenía gran contenido… era un contrato. De pronto todo tuvo sentido y un golpe de realidad me dio con mucha violencia, así como la portada del álbum Vulgar Display of Power de Pantera (un clásico el cual recomiendo enérgicamente escuchar si les agrada el metal): la invitación no solo fue para presentarme a los demás, fue una excusa para encandilarme y enamorarme de su energía, cultura, su gente.

Este viaje fue un plan perfectamente calculado y orquestado para invitarme, una vez más, a ser parte de esa compañía a la que tantas veces decidí huirle.

Durante el resto de mi estadía y en medio de una delicada tregua pude sentarme a platicar con mi impostor varias veces. Llegamos a un punto de reflexión donde entendimos que quizá nunca haremos las paces, ya que dada su naturaleza es como un villano de película de terror: nunca muere y aparece cuando menos te lo esperas. Sin embargo, conforme pase el tiempo, seguramente empezaré a dominar ciertas dinámicas para evitar ser apuñalado por él.

Este viaje representó uno de los más grandes retos de mi vida el cual marcó un antes y después para mi. Hoy en día es un recuerdo que atesoro muchísimo y que gracias a que pude expresarle a las personas correctas aquello que me agobiaba, en mi caso mi pareja y familia, logré armarme de valor para vivir la experiencia y así evitar crearme un tic nervioso involuntario producto del arrepentimiento tal y como sucedió con la invitación a Cancún.

Si te sientes identificado sea cual sea tu historia o experiencia quizá te haga sentir bien saber que este síndrome es mucho más común de lo que imaginamos y que 7 de cada 10 personas lo sufrimos alguna vez. Si quieres saber más te invito a checar los siguientes enlaces con información más profunda sobre el tema así como consejos para poder combatir contra tu impostor y no morir en el intento.

Comenta, hazme saber si esta anécdota fue de tu agrado para compartir contenido y darle forma a nuestro blog y a este Diario de un WakaRecruiter.

Fausto Muñoz


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